27 de octubre de 2011

A un año del fallecimiento del compañero Néstor Kirchner

El 27 de octubre del año pasado, el país se despertaba con una noticia inesperada y trágica: Néstor Kirchner, político y militante, ex Intendente de Río Gallegos, ex Gobernador de Santa Cruz, ex Presidente de la Nación y Secretario General de la UNASUR, había fallecido en El Calafate.

Con él, partía un estilo único e inconfundible de entender y ejercer la política. Transgresor y decidido, no le tembló el pulso para enfrentarse con los poderes más fuertes y concentrados, si el resultado era mejorar aunque sea un poco la vida diaria de millones de compatriotas, en su inmensa mayoría pertenecientes a las clases sociales y económicas más desprotegidas y olvidadas.

Pero también quedaba su legado, expresado en quien fuera su compañera de toda la vida y pilar fundamental en el proyecto de nuevo país que gestaron juntos: Cristina Fernández de Kirchner. Nuestra Presidenta. La misma que hace tan sólo cuatro días atrás recibió el halago mayor que un político pueda esperar de su pueblo. La ratificación de que ese proyecto de país que comenzaron a delinear junto a Néstor Kirchner cuando aún eran estudiantes en La Plata, contaba con el acompañamiento de más de once millones de voluntades argentinas, expresadas a través del voto en elecciones libres, puras y transparentes.

Kirchner había asumido como Presidente de la Nación el 25 de mayo de 2003, con el país todavía envuelto en la más profunda crisis institucional de toda su historia, y habiendo sido electo por tan sólo el 22% de la población en la primera vuelta electoral. Los aciagos días de diciembre de 2001 eran aún un recuerdo fresco en la memoria popular, y no fueron pocos los que predijeron un gobierno efímero, que tal vez apenas llegara a concretar un año de mandato.

Sin embargo, en su primera intervención como Presidente, ante la Asamblea Legislativa, dejó en claro cuál era su objetivo y qué ideas lo movilizaban. “Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”, dijo ante los senadores y diputados reunidos en el recinto del Congreso Nacional.

Muy pronto, aquellos que veían en él un personaje gris y secundario destinado a pasar sin pena ni gloria por la Presidencia, comprendieron que habían cometido un grave error. El ex gobernador santacruceño había llegado para marcar un punto de inflexión, un antes y un después, en la historia contemporánea nacional.

Revalorizó la investidura presidencial, pero por sobre todas las cosas, revitalizó el significado de la palabra política. La sociedad volvió a interesarse en el debate de ideas, en la confrontación de distintos modelos de país, en la discusión como elemento necesario para superar posiciones sectarias e irreductibles.

Ese sea tal vez, su legado más importante. Un legado que fue bien recibido por una inmensa mayoría del pueblo, pero por sobre todo, por una parte de la sociedad que él consideraba vital que se involucrara en esta nueva forma de pensar una patria más libre e igualitaria: los jóvenes.

Y los jóvenes respondieron a su llamado y se involucraron. Cada uno desde su lugar, apuntaló este proyecto nacional y popular que conduce nuestra compañera Cristina Fernández de Kirchner, que ya lleva ocho años de vigencia, y que fue ratificado el domingo pasado por la decisión libre y soberana de más de once millones de compatriotas.

Néstor se fue. Pero sigue viviendo en todos y cada uno de los argentinos que sueña y trabaja. Vive en los más de cinco millones de nuevos trabajadores. Vive en los más de tres millones y medio de nuevos jubilados. Vive en los chicos que reciben la Asignación Universal por Hijo. Vive en los más de ochocientos científicos repatriados. Vive en cada uno de los nietos recuperados. Vive en todos los que anhelamos un país mejor.

Hoy, a un año de su partida de este mundo, vaya este humilde reconocimiento y homenaje a uno de los hombres que marcó para siempre la historia de nuestro país: compañero Néstor Kirchner.